viernes, 10 de enero de 2020

Desmintiendo a Greenpeace 2: Liberación de OGM al medio ambiente.

Aquí tenemos la segunda entrada desmintiendo a Greenpeace. En esta sólo vamos a desgranar una entrada, pero creedme cuando digo que hay mucho que rascar (aunque como no queremos mataros de aburrimiento, nos hemos centrado en lo imprescindible).

¿Por qué se opone Greenpeace a la liberación de Organismos Modificados Genéticamente (OMG) al medio ambiente? (2017)


Lo primero que dice es cierto, da una definición adecuada y no excesivamente técnica de la ingeniería genética (de aquí en adelante IG). Sin embargo, la diferencia fundamental de la IG con las técnicas de mejora tradicionales no es la creación de nuevas especies, si no la mejora de especies actuales de una manera más precisa, efectiva, barata y segura. La IG nos permite introducir un gen (y por extensión una proteína y función/característica) que nosotros deseemos en un organismo (hablaremos de plantas de aquí en adelante para hacerlo más cómodo). Yo puedo coger un gen que expresa las antocianinas en la uva que les da un color oscuro y que tienen propiedades antioxidantes e introducirlo en una naranja. Esa es la base de las naranjas sanguinas. La diferencia está en que las naranjas sanguinas requirieron de años de mutaciones al azar en la naturaleza, mientras que con la IG se habría podido hacer de forma mucho más cómoda (existe un maíz transgénico en desarrollo que incrementa su contenido en antocianinas basándose en el ejemplo de la naranja sanguina).

Después, esta frase: “permite franquear las barreras entre especies para crear seres vivos nuevos que no existían en la naturaleza.” Existe una inmensa variedad de frutas, verduras, hortalizas, o cereales que son la fusión de dos especies distintas para dar una completamente nueva. El trigo, por ejemplo, es la unión de 3 variedades primitivas de las que se combinaron primero dos para dar una variedad di-híbrida que después se juntó con otra especie distinta para generar el tri-híbrido que usamos actualmente. Esto es una muestra de cómo la unión de dos especies distintas puede dar una especie completamente nueva. Con la IG, los humanos tenemos la posibilidad de realizar en uno o dos años lo que la evolución y selección artificial de los humanos primitivos han tardado en hacer 8000 años. Tenemos las herramientas para poder crear variedades nuevas (no vamos a crear al monstruo de Frankenstein ni súper-híbridos de tiburón y pulpo) que puedan proporcionarnos un salto de calidad en la gama de variedades que tenemos ahora. Además, no creo que haga falta entrar en la selección artificial de variedades de interés para nuestro consumo. Por poner un ejemplo rápido y típico, en la izquierda de la imagen podemos ver el teosinte (variedad ancestral del maíz) y en la derecha vemos la mazorca de maíz que se cultiva actualmente. ¿Creéis que son la misma especie?


Después de estas últimas declaraciones aparece una frase que de primeras nos puede sonar cierta: “Por otro lado, el uso de cultivos transgénicos es un claro atentado contra la soberanía alimentaria ya que permiten que un puñado de empresas transnacionales controlen nuestra alimentación.” Ahora vamos a ver cómo esto no es verdad. Si recordáis, en nuestro post sobre el arroz dorado, este se ideó para suplir deficiencias de vitamina A en los países del tercer mundo. Este transgénico se ideó en una universidad de Suiza bajo una única condición: su comercialización en países menos desarrollados debía estar libre de patente. Al financiarse la investigación con dinero público, se estableció como condición no tener una patente en países de África o de las zonas más pobres de Asia y dar las semillas a los agricultores completamente gratis, dándoles la posibilidad de replantar las semillas ellos sin tener que comprárselas de nuevo a los propietarios de la patente. Esto no se aplicaría a países desarrollados, en los que sí se aplicarían los derechos de patente. Sobre este tema hablamos largo y tendido con el profesor de la UMH José Manuel Pérez Pérez en esta entrevista que colgamos a principios de diciembre.

Continúan con esta reflexión: “Y, al contrario de lo que dicen, no son la solución al hambre. El hambre es un problema demasiado complejo que no se soluciona con una sola y arriesgada tecnología. Además, la inmensa mayoría de los cultivos transgénicos se utiliza para alimentar a animales para que en los países enriquecidos podamos disponer y producir carne, y otros derivados animales, barata.” Me gustaría destacar especialmente la frase en amarillo. La razón por la que la mayoría de cultivos transgénicos se utilizan para el alimento del ganado de los países occidentales es, simple y llanamente, que los proyectos ideados a mejorar la vida en países con menos recursos se han ido boicoteando sin el más mínimo rigor científico, provocando que las patentes, el conocimiento y la investigación terminen en empresas dispuestas a invertir en estas tecnologías que les revocan beneficios ya que son más baratas y más eficaces, lo que les terminará retribuyendo un mayor beneficio a largo plazo. 

Casi al final de esta entrada, hacen referencia a que dos terceras partes de los alimentos consumidos contienen maíz o soja, en gran parte transgénicos, sobre lo que comentan lo siguiente: “Estos ingredientes entran en nuestras dietas sin control alguno y sin nuestro consentimiento expreso, a pesar de que más del 60% de la ciudadanía europea rechaza estos alimentos”.  Me gustaría explicar esto. Sí, muchos de los alimentos que consumimos llevan como ingrediente maíz o soja, pero cuando es el caso se indica en la composición. No entran sin nuestro consentimiento expreso, ya que yo decido qué productos comprar, por lo que puedo realizar una búsqueda sobre la procedencia de estos alimentos. 

Además, como comentamos ayer en la primera parte de esta serie de post, existe una regulación sobre los alimentos transgénicos en la que se especifica la cantidad mínima que debe de haber de un transgénico para estar obligado por la ley para etiquetarlo debidamente (un 0,5%). Y esta, a diferencia de lo que alguien puede pensar, no es una medida laxa. Europa (más en concreto la Unión Europea) es la zona del mundo que más trabas pone a los transgénicos para su uso, comercialización o desarrollo. Apenas tenemos un producto transgénico cultivable (en España existen 100.000 hectáreas de maíz MON810, siendo el país líder entre los pocos que los cultivan) y de transgénicos para consumo humano mejor no hablamos (básicamente porque no hay). Compramos grandes cantidades de alimentos transgénicos a otras partes del mundo cuando nos negamos a producirlos porque son más rentables que los tradicionales o ecológicos (en Francia se quiso prohibir el uso de maíz transgénico para alimentar al ganado. Los ganaderos avisaron que el precio de la carne se cuadruplicaría). Y todo esto no es algo que se lleve con secretismo porque haya detrás un plan de enriquecimiento de la industria, si no porque no interesa saberlo. Si no sé lo que como, no me preocupo. Pero esa mentalidad tiene como contra el bloqueo del avance científico por miedo y desconocimiento.

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